En lo primero que pensamos al oír Altea es en playas, sin embargo, su rico patrimonio y su enclave convierten a Altea en un destino ideal para cualquier época del año.
Desde la punta del Mascarat y enclavada en una bahía, Altea se hace hueco, entre el mar y la montaña, otorgando una imagen casi simbólica de la Costa Blanca. Con la cúpula azul y blanca de su Iglesia Parroquial, el municipio se extiende por un tosal que acaba en el mismo Mediterráneo.
Pequeñas y hermosas calas y playas se suceden por un litoral plagado del mismo encanto blanco que guarda su casco urbano.