Rodeada de suaves colinas y la ribera del Genil, la vieja Astigi surge de la campiña sevillana y del mismo corazón de Andalucía, para mostrarnos uno de los municipios más impresionantes del sur.
Aquí el arte y la historia se han fundido armoniosamente para presentarnos la visión panorámica, única e irrepetible, de sus templos, palacios, conventos y de sus torres, que dan a la ciudad la fisonomía inconfundible de su altivo perfil.
La mística ciudad materializa su elevada espiritualidad a través de numerosos conventos, iglesias y casas palaciegas que configuran el poder aristocrático del pasado, claros exponentes de esta acumulación artística que llegó a su plenitud en la etapa barroca del siglo XVIII, donde los alarifes ecijanos levantaron sus famosas torres y espadañas.
De continuo afloran del subsuelo restos arqueológicos que denotan su pasada grandeza, sobre todo piezas romanas de colonia Augusta Firma Astigi, así como tardoantiguas , andalusíes, que demuestran la existencia de un alto desarrollo cultural desde los tiempos más remotos. Entre ellas destacamos la escultura de la Amazona herida (s. II) y los mosaicos romanos (ss. II-IV) expuestos en el Museo Histórico Municipal, la cabeza de un príncipe Julioclaudio (S. I), notable retrato en mármol de la Colección Arqueológica de Santa María, y exornando la Iglesia Mayor de Santa Cruz, un excepcional sarcófago tardoantiguo fechado en el S. V. También son testimonios de su historia, los ricos archivos de Protocolos, Municipal y Eclesiásticos, que atesoran documentos y libros desde el siglo XIII.
Divagar por el trazado de sus calles es descubrir a cada paso la belleza, en forma de cúpulas, miradores o columna romana al doblar la esquina. Por la nobleza de sus edificios y sin necesidad de adentrarse en ellos, se puede decir que Écija es un verdadero museo abierto.